2 sept 2015

Libre circulación global de personas

Europa 2015. Nada de coches voladores y viajes estelares. De nuevo cientos de miles de personas caminando para cruzar alambradas de espino. Otra vez el miedo poniendo puertas al campo, rayas en el mar y lágrimas bajo los muros. En los países opulentos se sigue alimentando una fantasía desarrollista mientras el mundo colapsa ante sus ojos sin siquiera saber cómo interpretarlo. Una cultura comercial e invasiva nos distrae y nos debilita para entenderlo y para afrontarlo. Décadas de crecimiento prometían otra cosa en todo el mundo pero en lugar de ello es precisamente la búsqueda del crecimiento económico por sí mismo, relegando otros fines, el que nos trae nuevos problemas. ¿Cómo explicarlo?

Los emigrantes - Antonio Rocco
Por lo general las personas cogen cariño al lugar en el que crecen. Aunque deseen emprender viajes que les sirvan para conocer otros lugares, aprender y disfrutar temporalmente de ellos, normalmente no quieren huir de su lugar de origen. Cuando grandes grupos de personas desean abandonarlo suelen hacerlo obligados por las circunstancias. Pero la libre circulación de capitales y de mercancías, con las consecuencias sociales y ambientales que esto implica, no se acompasa con una libre circulación de personas. No nos engañemos: son libres los mercados y sus flujos, y las personas sólo son "libres" para insertarse en ese contexto como agentes del mercado, en la medida en que puedan hacerlo en un mercado siempre insuficiente.

Hay una injusticia sistemática en este proceso disimulada por la lógica económica de nuestro tiempo, una programación con fines ajenos al mejoramiento de la vida. La inversión procedente de otros países se considera siempre un bien cuando en realidad a menudo equivale a la llegada de un alienígena depredador. Es necesario traer al presente una historia de explotación colonial que a día de hoy sigue condicionando el devenir de muchas regiones así como hacer emerger una realidad actual de explotación comercial.

Esa autonomía transnacional de los capitales sin un control político equivalente por parte de ciudadanos igualmente autónomos ha dejado a los estados convertidos en meros proveedores a los que se puede presionar y cuyas élites venden baratos los recursos y los servicios, (un verdadero camino de servidumbre o de esclavitud). También ha dado lugar a un endeudamiento masivo de la población y de muchos estados (que tendrán que desmontar sus sistemas públicos). Si a esto unimos
la consecuencia de todo ello es una huida masiva de personas que de otro modo no desearían huir. Huyen de la violencia y de la miseria quienes desearían mejores oportunidades para contribuir de alguna manera a la prosperidad humana.

La miseria, ese vergonzante criterio para determinar si alguien es un refugiado o un inmigrante, como si la vulneración de los derechos económicos no fuera una vulneración de los Derechos Humanos, (artículos 22 a 26). Pero, claro, los derechos humanos sólo se ensalzan parcialmente, hipócritamente, sólo algunos, sin buscar realmente su cumplimiento sino utilizarlos como excusa para desestabilizar algunos estados, (sólo algunos), y sin buscar una estabilización democrática posterior. Al final del proceso entraremos con todo, y el subsuelo fósil será más barato, accesible y controlable.


Ahora los gobiernos europeos están utilizando los telediarios para poner de moda la idea de que la culpa es de las “mafias” que trafican con personas. Pero en realidad esa actividad, una mera consecuencia, no es más que el funcionamiento normal de un mercado no regulado. Son emprendedores cubriendo un nicho de mercado sin la injerencia de regulaciones estatales que pongan trabas burocráticas -y de paso, un poco de humanidad- a sus agencias de viajes. Sus beneficios atestiguan la fría pertinencia comercial de su actividad -¿La incluimos en el PIB junto a la prostitución y el tráfico de drogas?-, y algún espíritu del capitalismo acabará premiándoles con un paraíso fiscal. A partir de ahí, convertidos en rentistas partícipes de algún fondo de inversión, podrán pasearse como gente de éxito, elegidos para el bien productivo, y nadie les considerará mafiosos. Es la autorregulación de los mercados.

Otra idea que se destila continuamente es el supuesto peligro de que entre estos viajeros vengan personas con fines violentos, como si estas no hubieran llegado siempre por medios legales o incluso nacido en los propios países desarrollados. Pero si decidimos ver las restricciones al movimiento de personas como la respuesta óptima a la violencia, acabaremos encerrados en nuestra propia casa, totalmente vigilados y pidiendo visados para cruzar la acera, (haciendo prisionera a la sospechosa población inocente y manteniéndose libres los verdaderos responsables).

En realidad son antídotos informativos contra la compasión, argumentos acomodaticios para justificar la indiferencia. Mientras sigamos pensando en parches abordaremos los mismos problemas una y otra vez. Necesitamos un cambio de paradigma económico y un cambio en la política internacional. El mundo está adentrándose en un tiempo difícil que puede volverse muy oscuro si no tomamos conciencia y no reaccionamos con sabiduría y profundidad.


Todo está interrelacionado y no podemos escapar a los dramas que provocamos en otros lugares. Lo mismo ocurre con los desastres ambientales que no manchan nuestro jardín. ¿También pondremos alambradas y muros al clima? ¿Cuál será el número de refugiados climáticos? Somos eco-dependientes e inter-dependientes y la salud del planeta y de quienes lo habitan influye en nuestra propia salud. Al contrario de lo que sostenía la dama ferruginosa, (aquello de que no existe la sociedad), quienes somos de carne y hueso tendremos que asimilar que no existen los individuos.

Probablemente el peor legado de Adam Smith sea el propio título de su obra más conocida, La riqueza  de las naciones. En esos dos términos incluidos en el título se revela el mal esencial de los tiempos que le sucedieron. Se asume como propósito social incuestionable la búsqueda de riqueza, y se plantea un escenario para su búsqueda: una tierra dividida en parcelas de propiedad que rivalizan por el mismo objetivo. A partir de ahí se abre una discusión sobre lo acertado o lo errado de sus propuestas para lograr esa riqueza pero se da por hecho que ese propósito y ese escenario son los que dan contenido a nuestro ser en el mundo, definen los parámetros por los que será valorada cada sociedad. La herramienta conceptual con la que nos interpretamos está formada por esas dos variables: la ambición económica y la idea de división/rivalidad para su búsqueda, (una separación que permea toda la sociedad de modo fractal: continentes, naciones, empresas, barrios, familias, individuos). Se trata de una trampa que llevamos con nosotros puesto que reside en los conceptos con los que interpretamos la realidad. Las lentes condicionan lo que vemos sin ser vistas. La mirada se olvida de las lentes mientras analiza lo que ve.

Cambiemos de lentes. Si el objetivo social pasa a ser la felicidad conjunta, empezaremos a interpretar lo que vemos de otra manera, porque ya no nos fijaremos en los mismos detalles y leyes de la realidad; no observaremos cómo afecta cada suceso al crecimiento económico sino cómo incide en la felicidad y en su futuro; observaremos otros fenómenos. Por otra parte, si comprendemos que, más que depender del entorno social y natural, estos vínculos nos definen y nos constituyen, entenderemos que nuestra felicidad depende de cómo sea ese entorno en el que nos desenvolvemos y nos integramos; entenderemos la conexión, o más allá, la unidad esencial de todo lo que nos rodea y nos ha dado forma; seremos más ecólogos que especistas; buscaremos optimizar esa felicidad que crece al compartirse, y no un poder individual o nacional, siempre supremacista y excluyente.

Si favorecemos la prosperidad de quienes viven en la miseria, todos nos veremos favorecidos; ese entorno inclusivo y saludable será beneficioso también para nosotros. Lejos de los mantras neoliberales como el de que nos conviene luchar entre nosotros por las migajas que derramen los más afortunados, o como el de que tenemos que pasar hambre para prosperar, todo el mundo sabe que quien se ha criado en buenas condiciones, quien no ha pasado penalidades y ha recibido buena educación y atenciones tiene muchas más posibilidades no sólo de prosperar sino de poder aportar algo valioso a la  sociedad, (en lugar de dedicar todo su tiempo sólo a sobrevivir en algún sitio, o en lugar de ser blanco fácil para el reclutamiento fanático). Es algo tan obvio que se necesita mucha inversión en propaganda política para desmentir esta verdad. Quienes piden no dar peces sino enseñar a pescar (y de paso lograr servidumbre prestando la caña) a menudo son de los que más han experimentado las virtudes de una buena herencia, (aunque siempre tengan a mano algún ejemplo contraintuitivo y espectacular con el que explicar la excepción como si fuera la norma). Quizá sea verdad que un exceso de mimo heredado perjudique la salud mental, (como en el caso de estos ideólogos de la represión económica), pero una insuficiencia básica lastra cualquier futuro y nos priva a todos de lo que este podría aportarnos.

El refugiado - Felix Nussbaum
¿Realmente queremos un mundo con futuro o sólo servidumbre y privilegios entre alambradas que nos separen de las guerras, la miseria y los vertederos que los vencedores crean a extramuros? La política internacional es parte de la política que nos afecta localmente. Si bien un gobierno global, podría convertirse en otra institución represora, (pues ese tipo de instituciones han funcionado alejadas de la ciudadanía, ajenas al control democrático y manipulables por los grandes capitales y su cabildeo), sí necesitamos algún tipo de fiscalidad transnacional y alguna forma de fiscalización ecológica global a las que contribuyan el mayor número de pueblos que sea posible y que se gestionen democráticamente, algo que no puede hacerse desde el actual descontrol de capitales que chantajean a los gobiernos. La globalización de los mercados sin una correlativa globalización del control político ciudadano juega en contra de la extensión de la democracia y mina su poder decisorio allá donde existe convirtiendo el mundo entero en un mercadillo de naciones, meras sirvientes de un capitalismo insaciable. En algún momento tendremos que sustituir el mito del comercio como pacificador intercambio de intereses, (y en realidad conflicto de intereses), por el cultivo de verdaderas relaciones, trabajadas mediante una comunicación real y un apoyo mutuo.

Si de verdad queremos que la población no tienda a concentrarse en los mismos lugares donde se concentra la riqueza, proporcionemos paz, suficiencia y cultura libre como horizonte vital en todo el mundo. Sin pedir nada a cambio, sin deuda, sin imponer servidumbre ni facilidades comerciales para quienes ya están bien instalados. O quizá bastara con parar la rapiña global. Dejemos de proclamar que queremos siempre más y ayudemos a que todo el mundo pueda ser autosuficiente en su lugar de origen. ¿Como no van a intentar venir si estamos inmersos en la carrera por ver quién prevalece como potencia mundial aprovechando los recursos de los demás países? Si algo tiene un efecto llamada, (que deberíamos llamar efecto expulsión), eso es la expectativa de crecimiento. Los años de la burbuja inmobiliaria dan muestra de ello.

¿Cuáles serán las primeras democracias desarrolladas que se atrevan a cambiar sus lentes? ¿Cuáles entenderán antes que lo que cultivemos “ahí afuera” será lo que recolectaremos en el futuro? ¿Cuáles serán capaces de poner como objetivo una felicidad inclusiva para todos en lugar del crecimiento competitivo? ¿Cuáles serán capaces de cooperar políticamente en este objetivo aparcando la obsesión por el ranking y la rivalidad? La colaboración entre los partidarios de este planteamiento podría superar las malas artes de unos acaparadores que también compiten entre ellos.


los verdaderos protagonistas de nuestra época

En un mundo mejor una libre circulación de personas nos pondría en contacto con los efectos de nuestras políticas internacionales (o en su caso, con los efectos de nuestra dejadez política). Si de pronto un gran número de personas que vivían allende los mares o los montes se presentaran en nuestro barrio llorando por lo que han dejado atrás, tendríamos que interpretarlo como una alerta temprana, como un síntoma de que es hora de preocuparnos por lo que pasa en aquel lugar antes de que toda su población tenga que abandonarlo. El problema no es que vengan sino lo que ocurre en su lugar de origen, que hayan tenido que partir.

La circulación global de personas es imparable. Hoy en unos sentidos y mañana quizá en los opuestos. La duda es si nos ayudaremos a ser libres o si continuará la represión mutua.