En esta entrada recojo algunos comentarios que he realizado este mes en el foro de artículos cuya lectura recomiendo.
Queda
claro que los mercados se han convertido en una "distorsión" para la
sociedad y para los derechos humanos. Hace poco hemos podido comprobar
en Bangladesh cómo es la vida en un mercado sin distorsiones. Va a ser
que un mercado bien distorsionado, quizá cubista, presentaría un aspecto
mucho más interesante.
Me
consta que esta ideología que proclaman en cuanto pueden -el tema de la
charla parece una disculpa- se pregona también en algunos púlpitos
universitarios como si fuera una verdad científica. Ponen las curvas de
la oferta y la demanda, y si la realidad no encaja, (pongamos que por
esa manía de querer comer a pesar de que el alabado mercado no provea a
todos), te dicen que la realidad "es una distorsión del mercado de
trabajo", y asunto arreglado. Y cuando les digas que las emisiones de
CO2 deberían disminuir para no acabar con el planeta, te dirán que el
planeta es otra distorsión para el mercado. ¡Con lo simple y elegante
que es su fórmula! ¿cómo es posible que el mundo se niegue a pasar por
ese aro?
Vivimos la pesadilla de otro sueño de la razón del que debemos librarnos cuanto antes.
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Si
se busca, se encuentra bastante información que deja en evidencia la
irracionalidad de nuestro sistema alimentario pero es raro que algún
artículo ofrezca una perspectiva tan amplia, completa y bien enfocada:
hilando una confusa madeja para empezar a tejer el paño de las
soluciones prácticas. Se agradece. Seguimos aprendiendo.
A
veces se olvida que ya han ocurrido muchos colapsos económicos en la
historia sin que eso haya supuesto siempre un drama humanitario. Tampoco
una depresión económica traerá por sí misma un cambio esencial o
permanente de modelo, (como no lo hizo en USA en los años 30, ni en Cuba
en los 90), y no es esa previsible caída el motivo principal por el que
debemos cambiarlo. En realidad el problema actual, según yo lo veo, es
que necesitamos actuar todos como si ya tuviéramos un colapso,
precisamente para evitar un desastre natural, este sí, irreversible,
porque como dice Bill McKibben en referencia al calentamiento climático,
“antes de quedarnos sin petróleo nos quedaremos sin planeta”.
Me
pregunto qué puede suscitar este necesario cambio de percepción en la
sociedad que nos lleve a una sensatez económica duradera, sistémica. Y
creo que una clave importante es entender que en realidad el cambio que
necesitamos supera en virtudes al modelo actual no sólo en su
sostenibilidad y en su resiliencia sino en lo que concierne a nuestro
modo de vida, a las infravaloradas posibilidades de realización personal
al margen del éxito laboral, (incluyendo -como bien explicas- el gozo
en las relaciones, tanto en las económicas como en las demás,
actualmente alienadas por la desconfianza competitiva). Nos vendría bien
liberar tiempo y energías de la ansiedad por la acumulación.
Vivimos
como hilos colgando sin conexión entre ellos, pendiendo frágilmente de
una maraña oligárquica, y necesitamos tejer una red en la base que nos
permita soltarnos y prosperar juntos.
Este
artículo de Esther Vivas menciona muchas cooperativas de consumo
agroecológico en España además de revisar su evolución y de adentrarse
en un profundo análisis de la situación en la práctica. Es de hace tres
años pero creo que puede ser una buena base para seguir la pista de lo
que ha ocurrido desde entonces en cada zona: “Consumo agroecológico, una opción política”
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Y
toda esa recuperación de dinero, que sería suficiente para evitar los
recortes, vendría dada sólo por la lucha contra el fraude. Supongamos
que también eliminamos toda la maraña de deducciones fiscales hechas a
la medida de las grandes empresas y que convierten a España en un
paraíso fiscal para ellas. Sin duda se podría estimular la demanda
agregada creando empleo con ello, (por ejemplo en el necesario sector de
las energías renovables o en la rehabilitación ecológica de edificios).
¿Y si eliminamos los demás paraísos fiscales? El gran desfalco que amparan los gobiernos
¿Y
si adoptamos una política fiscal como la de los llamados 30 años
gloriosos para encarar un futuro más esperanzador y sin exclusión?: Cuando los ricos pagaban el 63%
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Creo que esa tasa a las transacciones financieras debería utilizarse para instaurar una Renta Básica Europea, otra interesante campaña en marcha.
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Desde
el mismo 15m de 2011, si no antes, siempre se ha intentado poner de
relieve la falta de algo así como “consistencia práctica” en el oleaje
informativo de la red. Aquí se incide de nuevo en ello. Pero quizá el
problema es el enfoque, tanto el de quien hace la crítica como el de los
partícipes de los movimientos surgidos en red que esperan de ellos lo
que no son. Su virtud, su novedad y su potencia está en la
transformación de las conciencias, algo más intangible que la
movilización pero también más importante. Porque lo que necesitamos no
es asaltar un castillo para acabar físicamente con sus ocupantes, ni
lograr una nueva alineación política tan vistosa como rígida, sino
extender el conocimiento y la responsabilidad política hacia quien no se
ha cuestionado estos problemas para, algún día, reaccionar en masa con
inteligencia y lograr una participación real sin necesidad de grandes
liderazgos que nos hagan de nuevo dependientes.
La
cíclica sensación de vacío produce ansiedad y miedo al retroceso, pero
creo que la respuesta adecuada es entender e interiorizar esta especie
de propósito profundo y bregar, individual o colectivamente, por
llevarlo más lejos. Aunque no lo parezca, bastantes cosas han cambiado a
mejor aunque aún sin alcanzar la masa crítica necesaria para obtener
resultados.
- Esto no es una manifestación – Acciones, construcciones y giros revolucionarios para salvar el mundo
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Muchas
personas creen que el progreso es fruto del mercado y que el tiempo
hará que los “países pobres” nos alcancen gracias al mismo. Pero olvidan
que en occidente sólo se generalizaron las mejoras cuando al mercado se
le condicionó con la exigencia de una redistribución de la riqueza que
nunca elegirá por sí sólo. La prueba es que en cuanto ha sido posible,
los empresarios se han llevado las fábricas para volver a producir como
en el siglo XIX. La competencia lo exige, y la competencia entre estados
para contentar a los mercados establece un flujo inverso a ese en el
que muchos confían, nos lleva a nosotros hacia la situación de los
países empobrecidos por el colonialismo y las modernas
“desamortizaciones”.
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Es
bastante obvio que en un mundo en el que la desigualdad crece y se
convierte en una amenaza para todos, el mercado del lujo está disparado,
el ahorro no se transforma en inversión productiva sino en especulación
y los recursos naturales empiezan a condicionar de facto el crecimiento
(y lo harán cada vez más, y debemos dejar de forzar esos límites
naturales), los impuestos que deben subirse son los que favorecen una
mayor redistribución de la riqueza. El problema no es la falta de
crecimiento sino el grado de redistribución que resulte al menos
adaptativo a las nuevas situaciones. La fiscalidad debe ser flexible
para sostener la equidad.
Impuesto
a las transacciones financieras; mayor progresividad en el IRPF; que
las rentas del capital paguen más que las del trabajo; impuesto del
patrimonio que compense la pasada burbuja de la deuda que nos ha traído
hasta aquí gravando a quienes más beneficiados salieron con ella;
impuesto de sucesiones, también más progresivo, entendido como un
reequilibrio en las oportunidades. Y sobre todo acabar con los paraísos
fiscales, donde tiene lugar una delirante mitad del comercio mundial: El gran desfalco que amparan los gobiernos.
En
general hay que compensar una necesaria reducción en la oferta, (que de
todos modos no da más de sí) con un rescate de la demanda agregada. Y
para ello no basta con hablar de impuestos sino que será necesario
hablar de nuevas formas de ingresos para quienes tienen necesidades sin
cubrir y podrían crear nichos de mercado con ellas si realmente la
economía funcionara de un modo eficiente y hubiera trabajo para ellas: Renta Básica de Ciudadanía.
También
abogaría por hacer del IVA un impuesto mucho más flexible y finalista,
una flexibilidad sólo esbozada actualmente en unos pocos tipos. No es lo
mismo consumir alubias (que no deberían pagar nada de este impuesto)
que coches de lujo (que deberían pagar más). No es lo mismo consumir
comida ecológica local que filetes de ganadería intensiva americana. No
es lo mismo un producto contaminante y con poco valor social que otro
cuyo consumo sería deseable y mejoraría la sociedad. No es lo mismo un
sector obsoleto que uno con futuro. Con ello la fiscalidad tendría un
vector cualitativo más potente para favorecer “valores”, no sólo
cantidades, para hacerla más equitativa pero también para favorecer
sectores que deben anticipar un futuro en el que la economía deberá
relocalizarse y ser ecológica, no sólo por hacerla ambientalmente
sostenible sino porque al haber sido ya insostenible, los cambios serán
forzados e inevitables, (calentamiento global y escasez de recursos).
Sería un apunte hacia la llamada Economía del Bien Común
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2 comentarios:
Ecora,
Me ha parecido esencial toda la información que expones sobre el cambio climático. Me gustaría aportar algo para entender mejor el problema al que nos enfrentamos. Uno de los mayores obstáculos para reconducir el sistema económico es la inercia. Piensa en la especulación inmobiliaria en la costa española. Incluso si los responsables políticos tuviesen la voluntad de revertir o reparar los estropicios urbanísticos y medioambientales que se han cometido, estas viviendas, edificios y estructuras ya están construidas. Es decir, no queda mas remedio que jugar con este legado, por mucho que no nos guste. No seria posible demoler mas que una parte de este parque inmobiliario. Y así sucede con el modelo económico predominante. te aconsejo que leas: http://understandingsociety.blogspot.co.uk/2012/07/path-dependency-and-contingency.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Lock-in_%28decision-making%29
Esta inercia afecta también a la percepción que cada uno tiene de los demás en la sociedad. Por ejemplo, un individuo nace en una familia adinerada, y otro en una familia pobre. Sus experiencias vitales van a ser muy diferentes, y esto puede condicionar su visión de la sociedad impidiéndoles ver mas allá de su propio circulo. Claro que la persona que proviene de una familia con recursos, si es sensible e inteligente, se dará cuenta de que de alguna manera ese poder económico conlleva una responsabilidad hacia la sociedad mayor que la que tiene la persona sin recursos. Pero a donde voy es que todos somos descendientes de un sistema económico injusto, tanto los que se han beneficiado como los perjudicados. Y uno encuentra personas que no quieren cambiar este sistema tanto entre los poderosos como entre sus victimas, ya que entre estos últimos se encuentran los que si estuviesen en la posición del oligarca, se comportarían de la misma manera. Y esta manera de pensar esta alimentada en gran manera por el propio sistema, y su inercia aplastante. Por eso es tan importante lo que los movimientos sociales están haciendo, yo diría que es casi una labor didáctica, de provocar la reflexión, de sembrar la duda, de mostrar que hay otras alternativas mucho mejores para el ser humano y la biosfera. Y me parece importante el estar abierto a incluir tanto al ciudadano común, grupo en el que me incluyo, como al banquero, por ejemplo, que por convicción y honestidad decida tender puentes y ser parte de otro modelo económico sostenible y justo. Y aunque estoy plenamente de acuerdo con una implacable critica al sistema financiero, no lo estoy tanto cuando se convierte en una caza de brujas dirigida hacia un grupo determinado, como los banqueros, ya que ellos son también "victimas" de un sistema injusto e irracional que promueve el beneficio como aspiración ultima. Pero la inteligencia, la sensibilidad y la aspiración hacia un mundo mejor no son exclusivos de ningún grupo humano, así que una manera de debilitar este sistema económico enfermo seria persuadir a las personas que están dentro de el y que quizá solo esperen la oportunidad de escapar de este, pero que temen el salto hacia lo desconocido que supone romper con la inercia.
@ Jose Martinez de Aragon
Agradezco los artículos que enlazas sobre la dependencia de ciertas decisiones estructurales tomadas en el pasado. Son ilustrativos y oportunos. En mi opinión la misma apuesta por el mercado como gestor prioritario de la economía implica ese tipo de determinismo inconveniente: el beneficio privado y el éxito de quienes lo acaparen no tiene por qué coincidir con el bien general. El efecto “demasiado-invertido-como-para-retirarse”, es muy común en todos los sectores cuando estos están dominados por multinacionales que, como tales, siempre invierten a lo grande y además tienen una gran capacidad de influencia sobre el poder político. También hay que decir que existen precedentes de cambios bruscos y masivos en los sistemas productivos, venciendo la inercia, como en la preparación para la segunda guerra mundial. El reto es que pueda aplicarse algo así como una “economía de guerra” para la transformación ecológica y social del modelo sin necesidad de que una guerra u otra calamidad nos obliguen a ello.
En la segunda parte haces una reflexión que también suelo plantearme. Creo que entre los “acomodados” hay mucho cínico indiferente y otros que utilizan su ideología como una racionalización acomodaticia, pero también estoy convencido de que si esos triunfan es porque el diseño actual del sistema económico (apoyado o aceptado mayoritariamente) favorece esta “selección” o, en general, esta conducta. Esto se ilustra bastante bien en el documental La corporación [1]. En la entrada La lógica autómata del mercado [2] he intentado adentrarme en este funcionamiento social “sin responsables” directos, basado en un modelo económico que aparentando indeterminación en realidad nos determina como una programación, (en la medida en que confiamos en él). Estoy de acuerdo en que además hay una inercia cultural: personas que parten de situaciones económicas muy diferentes pero igualmente convencidas de que el mejor sistema económico posible es este desarrollismo material basado en la prioridad absoluta de la competencia, lleve adonde lleve. Necesitamos disidentes.
Hace tiempo escribí una entrada en la hipótesis de que era posible apelar a “la inteligencia, la sensibilidad y la aspiración hacia un mundo mejor” de la minoría rica y poderosa para mostrarles cómo un sistema inclusivo sería mejor para todos, incluidos ellos: ¿Es usted millonario? [3] Pero por difícil que parezca, creo que es más probable (y más saludable) que una concienciación mayoritaria haga cambiar las cosas en lugar de esperar que este cambio lo promuevan unas élites económicas que más bien están pensando en aprovechar los recortes para mejorar sus negocios. Roosvelt tuvo que enfrentarse duramente a los banqueros de su época para sacar adelante su New Deal, y estos no cedieron por su propia voluntad. (De ahí data, por ejemplo, la separación entre banca comercial y banca de inversión que Clinton abolió).
Por todo ello creo que la reacción al modelo económico sólo puede partir de la política, una política que legisle en favor de valores que son interesantes en un plazo muy superior al que los mercados pueden considerar, o interesantes de un modo no monetizable. Lo ideal es que esta vez ese predominio de la política no sea autoritario sino tan democrático, transparente y revocable como sea posible. Conviene tener en cuenta, además, que esta dimensión política de nuestras vidas no pasa sólo por el voto sino también por nuestra forma de organizarnos y de elegir en la vida cotidiana. También comparto esa visión de los movimientos sociales como una forma de extender el conocimiento necesario.
[1]http://www.cbaplay.com/video/2920531/The-Corporation--La-Corporacion-espa%C3%B1ol--spanish-FULL
[2] http://ecorablog.blogspot.com/2011/03/la-logica-automata-del-mercado.html
[3] http://ecorablog.blogspot.com.es/2011/08/es-usted-millonario.html
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